Aunque a veces la idea más extendida es que los toldos nos protegen del sol, hay que decir también que los toldos también son eficaces para protegernos de la lluvia, especialmente si el tejido que hemos elegido tiene un alto grado de impermeabilidad.

De todos modos, la lluvia es también un agente que puede degradar nuestro toldo. La mayoría de toldos están fabricados con materiales resistentes al agua, pero esta protección puede variar en función del tipo de tejido elegido. La exposición constante a la lluvia pude desgastar el material textil de nuestro toldo, afectando a su impermeabilidad. Las costuras y los bordes son zonas especialmente vulnerables (también por el viento), y pueden permitir la filtración del agua.

Una de las consecuencias más negativas es la acumulación de agua en la superficie del toldo. Si no se drena adecuadamente, podemos generar deformaciones, o incluso provocar que el toldo colapse, especialmente los extensibles. Los instaladores ya procuran que nuestro toldo tenga una inclinación adecuada para expulsar el agua correctamente, pero a ser posible, lo mejor que podemos hacer ante episodios de lluvias fuertes es plegar nuestro toldo, para evitar que acumule exceso de agua.

Otro aspecto a tener en cuenta es la humedad, que puede favorecer el crecimiento de moho y hongos en los tejidos de los toldos. Es por ello que debemos procurar que los toldos se sequen, y también realizar limpiezas periódicas para evitar este problema. También es conveniente realizar revisiones periódicas a cargo de especialistas en busca de desgastes o daños.

En resumen, los toldos no solo nos protegen del sol, sino también de la lluvia. Sin embargo, es esencial cuidarlos adecuadamente: plegarlos durante lluvias fuertes, asegurar un buen drenaje y realizar limpiezas periódicas para evitar la acumulación de agua, moho o daños que afecten su durabilidad.

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